Si quieres cambiar tu vida. cambia tus deseos
¿Qué deseas para los demás? ¿Hace cuánto que no sopesas tus deseos? Va siendo hora porque de eso depende la felicidad de muchas personas.
Imagina por un momento que vives en un mundo de esclavos. Niños, ancianos, hombres y mujeres. Cuando caminan arrastran los pies. Todos cargan cadenas pesadísimas. Al llevar la cuchara a la boca el aire se llena de ruidos metálicos. Y así al pasear, al pelear o al saludarse.
Y en medio de ellos tú. Tú, con la llave que abre todos los candados. Tú con la llave que, por fin, libera a todos.
Esto, que parece una fantasía, no lo es. Es real. Si conoces el Evangelio y los siete sacramentos… tienes la llave. Las cadenas también son muy reales. Son el egoísmo innato que enraiza en el alma de cada uno de mil modos, condicionándonos más aún que unas cadenas apretadas: limita nuestras relaciones, tuerce los deseos más nobles, capa los mejores propósitos, condiciona nuestros futuros… y el de los demás.
Pero Jesucristo, el corazón verdaderamente libre y antiegoista, construyó la llave y la puso en tus manos. Misteriosa pero realmente condicionó la liberación de todos a la colaboración de sus amigos en su obra salvadora. Un misterio, pero así es. Sus motivos tendrá.
¿Qué nos hace estar demasiado ocupados para ver esta realidad? Quizás no sea tan urgente liberarles a todos (aunque basten dos minutos para darse cuenta de la realidad de la situación). Quizás no estén tan a disgusto entre argollas y grilletes. Puedes pensar que al fin y al cabo… se han acostumbrado a vivir así. Quizás en tu corazón se apaga la verdad y se sustituye por un sucedaneo: fuertes deseos personales en los que invertir tu tiempo. Tan fuertes que parecen «casi» verdad. Deseos que llegan a ser «nuestra realidad»; y eso es lo que nos lleva a no querer cambiar nada, para que todo siga igual.
Son las tentaciones normales, suaves y dulzonas que suelen anestesiarnos, hipotecar nuestra vida. Tentaciones que permean los días, los meses y los años… Y en cambio ¡podrías vivir a pleno pulmón liberando a todos y usando tu vida radicalmente bien, dando uso a la llave que Jesucristo te regaló!
Por eso repito: ¿qué deseas para los demás? ¿Nada? ¿una vida eterna y feliz? ¿una vida plena?…
Si quieres cambiar tu vida, cambia tus deseos (S. Agustín S 345). Nunca dejes que los deseos empalagosos y pasajeros acaben con la entrega heróica que tienes por delante y que puede afectar a tantos. No sólo ahora. También para su eternidad.
Examina tus deseos y sigue los mejores. Y si aún no los conoces, dedica parte de tu agenda a ello: estás a tiempo de participar en el curso vocacional de este verano.