Vocacion

La voluntad de Dios

Buscar y hallar la voluntad de Dios nos sacude del letargo, de la inercia y del abandono ¿Por qué? Porque la Voluntad de Dios es nuestra santificación, y coincide exactamente con nuestra felicidad. No son dos cosas diferentes: la santidad -que es la presencia de Dios en uno, ¡Cristo que vive en ti!- nos dará la felicidad auténtica aquí y en la eternidad. Por eso la Voluntad de Dios nos concierne tan de cerca y pedimos cada día que suceda. Es nuestro ‘atajo’ a lo que más deseamos, aunque aún no le sepamos poner nombre. Seguir la Voluntad de Dios es el bien mayor al que debe tender toda nuestra vida. 

Pero, ¿cómo saber cuál es la voluntad de Dios para mi vida? ¿Qué quiere Dios para mí?

¿Qué es la voluntad de Dios?

Voluntad de Dios (también: voluntad divina) es un concepto teológico presente en el pensamiento cristiano, en el judaísmo y el Islam. Coincide con su plan de salvación, pero esta voluntad puede expresarse con los términos: predestinación, elección, vocación, liberación, promesa, castigo o salvación.

Cada día escriben jóvenes a la página ante momentos vitales como la elección de carrera, elección de estado, o ante el inicio de un nuevo camino vocacional. A veces desde la convicción de que nada pasa sin la voluntad de Dios se crean algunas inquietudes el modo de discernir las señales, los signos que Dios nos envía. Y efectivamente, en esos momentos ¿cómo discernir la Voluntad de Dios?

(Si ya tienes alguna inquietud concreta que te gustaría comentar o sobre la que necesitas ayuda puedes ponerte en contacto con nosotros aquí y te podemos ayudar. De lo contrario, puedes seguir leyendo).

¿Cómo saber cuál es la voluntad de Dios para mi vida?

Hay quienes son espectadores. Casi siempre y casi solo espectadores. Viven su vida pasivamente. En cambio otros deciden y actúan. Pero a veces es difícil: ¿Qué debo hacer con mi vida?¿cual es mi vocación? ¿Qué quiere Dios de mi vida?  ¿Qué querrá Dios de mí?

El don del discernimiento te capacita para  afrontar las situaciones en las que nos encontramos, esos momentos que se presentan, que nos desafían, nos invitan a participar y nos cuestionan. Esta actitud nos permite ver y «sentir» en toda circunstancia vital que conviene hacer algo, que se puede y se debe tomar una decisión, que en definitiva, vivir es arduo y hay que tomar decisiones.

Y para vivir bien es imprescindible que todo cristiano vea, conozca, oiga, juzgue y actúe conforme a la voluntad de Dios. En el siguiente artículo encontrarás respuesta a las preguntas «¿Qué quiere Dios para nosotros?», «¿Cómo es la voluntad de Dios?, «¿Cómo saber si estoy haciendo la voluntad de Dios?» y sobre todo «¿cómo puedo discernir para vivirla?». Pero antes necesitamos aclarar algunas ideas:

¿Cómo discernir la voluntad de Dios, a qué me llama Dios?

¿Cómo hacer la voluntad de Dios y no la mía?

Parece una paradoja, pero es una realidad: el discernimiento de la voluntad de Dios condiciona su práctica y a la vez, la práctica de la voluntad de Dios condiciona su discernimiento.

Esto quiere decir que hay que hacer la voluntad de Dios para apreciar la doctrina de Cristo (Jn 7, 17), pero por otro lado hay que reconocer en Jesucristo y en sus mandamientos los mismos mandamientos de Dios (Jn 14, 23-24). Esto forma parte del misterio del encuentro de las dos voluntades, la del hombre pecador y la de Dios: para ir a Jesús hay que sentirse atraído por el Padre (Jn 6, 44), atracción que, según la palabra griega, es al mismo tiempo compulsión y deleite.

Para discernir la voluntad de Dios no basta con conocer la letra de la ley (Rm 2, 18), sino que es necesario adherirse a una persona, y esto solo puede suceder a través del Espíritu Santo que Jesús da (Jn 14, 26).

Es la adhesión a Jesús la que nos permite «discernir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto» (Rom 12, 2). Este discernimiento no se refiere solo a la vida diaria; llega al «pleno conocimiento de su voluntad, sabiduría e inteligencia espiritual» (Col 1,9): esta es la condición de una vida que agrada al Señor (Col 1,10; cfr. Ef 5,17).

Incluso la oración ya no puede ser sino una oración «según su voluntad» (1 Jn 5, 14), y la fórmula clásica «si Dios quiere» adquiere una resonancia totalmente diferente (Hch 18,21; 1 Cor 4,19; Stg. 4:15), porque presupone una referencia constante al «misterio de la voluntad de Dios» (Ef 1, 3-14).

 Vivir en la voluntad de Dios: cinco consejos prácticos

  1. Lee la Sagrada Escritura todos los días un ratito
  2. Hazle caso y ora: habla con Dios también todos los días
  3. Ejercita tu visión de fe descubriendo la presencia de Dios en el día a día
  4. Sé valiente y cuando veas clara la voluntad de Dios camina hacia ella.
  5. Pide consejo para discernir bien lo que has visto en la oración, por ejemplo haciendo click aquí: te podemos ayudar.

Qué es la voluntad de Dios según la Biblia

Esto te va a encantar, porque la historia de Israel no es sólo un hecho del pasado, sino un relato que describe el presente de tu relación con Dios. Capítulo tras capítulo vemos la voluntad de amor de Dios que choca con la voluntad pecaminosa del hombre.
Dios tiene un querer, una voluntad sumamente libre… y el pueblo de Israel aprende a través de su historia cómo es esa voluntad misericordiosa y amorosa de Yahveh. Los medios para ello son dos: las grandes obras de Dios y la ley divina. En el actuar de Dios Israel adquiere la convicción de que la Voluntad divina es un signo de amor:

La voluntad de Dios en mi vida en un signo de su amor por mí

  • Es una voluntad que libera: no quiere a  Israel como esclavo en Egipto (Ex 3,8).
  • Un querer divino que asiste y ayuda: Le lleva sobre alas de águila (Ex 19,4),
  • Una voluntad que busca la parentela con él: quiere hacerlos su propio pueblo (1 Sam 12, 22).
  • Una voluntad divina que restaura y repara: busca reconstruir Jerusalén y reconstruir el templo, aunque sea a través de un pagano (Is 44,28);
  • Y por todo ello Israel debe reconocer que Yahveh no quiere la muerte sino la vida (Ez 18, 32).
  • No quiere la desgracia sino la paz (Jer 29, 11). Una voluntad que se expresa así es claramente un signo de amor.

Esta voluntad tan espléndida sería ineficaz si Dios mismo no tomara la causa del hombre limitado e imperfecto en sus manos. Por tanto la vemos actuando de mil maneras: solicitará desde dentro la voluntad de su esposa infiel (Os 2, 16), hará andar a Israel según su voluntad, dándole un corazón nuevo (Ez 36,26-27; cf. Jer 31,33). Para ello levanta a un siervo, cuyo oído abre cada mañana (Is 50,5), para hacerlo capaz de obedecer su voluntad (Sal 40 [39], 8-9); por tanto, gracias al siervo, «se hará todo lo que agrada a Yahveh » (Is 53,10). Además, será sólo por amor: el deleite no despierta a la novia antes de que lo desee (Ct 2,7; 3,5; 8,4). Pero cuando haya querido volver al novio (Os 2,17-18), merecerá ser llamada por el mismo Yahveh: «Mi placer en ella» (Is 62,4).

La voluntad de Dios para mí es vida

Además de las acciones puntuales y frecuentes de Dios en la historia también está su ley, es decir: Israel percibe la ley divina como un don porque en esa «propuesta de vida» también ve el signo de amor de un Dios cercano. Le permite comprender que en todo momento la palabra, expresión del querer divino, está «muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la pongas en práctica» (Dt 30,14)

En los salmos Israel proclama la experiencia de vivir la ley como fuente incomparable de gozo vital (Sal 1, 2) y presenta figuras como la de Tobías, paradigma del hombre bendecido por la voluntad de Dios (Tb 12, 18); por todo ello brota del interior del pueblo la oración: «Enséñame a hacer tu voluntad» (Sal 143 [142], 10).

Buscar la voluntad de Dios

¿Por qué esforzarse por buscar la voluntad de Dios? Precisamente porque, bien mirado, la experiencia de Israel es la de cada persona: cumplir su voluntad significa adherirse a ese querer que expresa todo su amor y cariño, que busca continuamente mi bien, mi liberación y mi salvación. Seguir la voluntad de Dios no significa por tanto sujetarse a una fatalidad, a un destino obligado, a un karma… Se presenta más bien como una llamada, una orden, una necesidad a la que amoldarme por mi propio bien y siempre libremente. Y en ello se encuentra el sentido profundo de buscarla por el ejercicio frecuente de la propia libertad.
Y no temas: Dios pondrá sus deseos en tu corazón. No se trata de una adhesión voluntarista, sino deseosa, y libre.

Cumplir la voluntad de Dios

Nunca hay que tener miedo de hacer la voluntad de Dios. Al contrario, es necesario esforzarse por encontrar detrás de toda «ley de Dios», de toda permisión suya, esa voluntad personal bondadosa que, en todo momento, sigue siendo un acontecimiento, algo que suscita una respuesta del hombre, algo que inicia un diálogo con nosotros. 

El querer divino es ante todo un conjunto de actos que revela su actitud bondadosa y amorosa hacia mí. Ese «querer» que se vive serenamente en el cielo, debe hacerse también en la tierra (Mt 6,10); y es la voluntad de salvación, eficaz en sí misma, que tiene en cuenta la voluntad del hombre, sin suplantarla, sino perfeccionándola conforme al corazón de un Dios que es Amor.

¿Y si Dios me llama? ¿Cómo sé que Dios me llama?

Seguro que sí, seguro que Dios te llama: ¡el Señor nos llama a cada uno! Nos mira a los ojos de una forma que solo Él sabe y nos habla de una forma que solo Él tiene, para llamarnos a Él, a vivir con Él, y a caminar con Él. Nos llama a todos y a cada uno porque a todos y cada uno nos amor infinitamente y para todos y cada uno tiene Dios un plan de amor y una vocación.

No obstante, si te estás preguntando si Dios te llama al sacerdocio, o si la voluntad de Dios para ti es una vocación consagrada a él en exclusividad, podemos ayudarte:

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