Vocacion

¿Qué vas a hacer con tu vida?

«Dios te ama, Cristo es tu salvador, El vive»

Algo pasa últimamente. Encuentro jóvenes de 28-30 años, que tienen éxito en el campo profesional ¡han cumplido con todo lo que la sociedad o sus familias esperaban de ellos!… y, sin embargo, se encuentran vacíos, infelices y vuelven a repensar todas las decisiones que han tomado hasta ahora.

¿Qué hacer si te encuentras en esta situación? A la luz de la exhortación apostólica Christus Vivit del Papa Francisco, os propongo estos medios de discernimiento. Piensa diferente y encuentra tu vocación en la vida.

Todos admiramos en las personas de espíritu joven, esa inquietud por hacer cosas que cambien la sociedad, que sirvan al bien común; inquietud por encontrar entre las vocaciones, tanto profesional como personal, la suya propia, y el deseo de no equivocarse, porque saben que así encontrarán la felicidad.

Vamos a afrontar las preguntas que nos ofrece el Papa y a hacerlas propias. Si las consideras un poco, seguro que te ayudarán a encontrar tu camino, el mejor posible.

En el número 130 de la exhortación apostólica  Christus Vivit  leemos « El Espíritu Santo llena el corazón de Cristo resucitado y desde allí se derrama en tu vida como un manantial. Y cuando lo recibes, el Espíritu Santo te hace entrar cada vez más en el corazón de Cristo para que te llenes siempre más de su amor, de su luz y de su fuerza. »

Cuando entendemos que Cristo es nuestro salvador, y que el pecado es una herida a nuestra capacidad de amar, entendemos que salvarnos es hacernos capaces de amar “modo divino”. Dios quiere que respires a pleno pulmón su propio modo de amar. El quiere que seas capaz de amar como El ama.

Te propongo te hagas las preguntas habituales de ¿quién soy, para qué estoy hecho, dónde está mi felicidad? pero como el Papa propone; dándole un giro hacia los otros.

Intenta preguntarte qué quieres, no “ante” tus propias inclinaciones y gustos, sino pensando en ¿qué podrías hacer para los demás, qué podrías aportar, ser, para los demás, para la sociedad, para el mundo? Hazte las preguntas pensando en los demás, y no sólo según tú mismo. En vez de preguntarte quién eres, pregúntate qué quiere Dios de ti para los demás, qué cualidades ha puesto en ti para los demás. Haz tu discernimiento sobre tu propia vida en referencia a los demás.

Y al mismo tiempo ten paciencia contigo mismo, como Jesucristo con los de Emaús. Deja que el amor irrumpa de nuevo en tu corazón. Deja que Jesucristo ilumine y oriente tu camino con mayor claridad y compromiso con los demás.

Te aconsejaría que hicieras este discernimiento, si es posible, acompañado de un director espiritual, porque es un medio muy adecuado para este momento.

Retomando la exhortación del Papa: leemos en los números 285 y 286 «No hay que preguntarse dónde se podría ganar más dinero, o dónde se podría obtener más fama y prestigio social. Para no equivocarse, hay que preguntarse más bien lo siguiente: ¿conozco lo que alegra o entristece mi corazón. Cuáles son mis fortalezas y mis debilidades. Cómo puedo servir mejor y ser más útil al mundo y a la Iglesia. Cuál es mi lugar en la tierra, qué puedo ofrecer yo a esta sociedad?

Estas preguntas tienen que situarse no tanto en relación con uno mismo y sus inclinaciones, sino con los otros, frente a ellos, de manera que el discernimiento plantee la propia vida en referencia a los demás .

También te iluminará preguntarte si tienes las capacidades para prestar este servicio que has discernido, o si reconoces que no las tienes, preguntarte si puedes adquirirlas y desarrollarlas. Después de preguntarte para quién eres tú , pregúntate si tienes las cualidades, e inclinaciones, los carismas y dones para ello; y si no son sólo para ti, sino también para los demás .

Éstas son las preguntas esenciales para cualquier joven que quiere discernir su vocación , sea cuál sea esta vocación: profesional, personal o religiosa.

Es bueno formularse esas preguntas acompañado de alguien que os ayude a discernir, para ver si hay sentimiento o deseo firme del corazón de querer escoger un camino clarísimo de entrega a los demás. Ver si lo que experimentas es gracia o tentación. Acompañarse de alguien para hacerse las preguntas y que no quede ninguna sin contestar. Y no contestártelas a ti mismo sino contestarlas en el marco de relación con el Espíritu Santo, en oración sencilla y profunda, en ambiente de encuentro contigo mismo, de silencio que tanta falta hace en este mundo de mucho ruido.

No dudes en acudir a la Virgen María, nuestra gran aliada. En ella encontramos la mejor madre, la más tierna y la que conoce perfectamente las dificultades de nuestro corazón. Invócala sencillamente en la oración, en el rezo de un misterio del Rosario. Al terminar la jornada, antes de acostarte, reza tres avemarías, mándale un beso a tu Madre antes de dormir y deja en sus manos tus agobios.

Mira a la Virgen María acompañando al niño Jesús, a los discípulos, cuidando el nacimiento de la Iglesia. La verdadera devoción a la Virgen Maria no es solo recitar avemarías, decir tal o cual oración, sino mirarla para transformarnos en Ella.

Ella es la que mejor ha imitado a Jesucristo, es el modelo de creatura perfecta.

Y ahora desgranemos y apliquemos el número 46 de Christus Vivit a nuestra vida, siguiendo el ejemplo de la Virgen María: «María era la chica de alma grande que se estremecía de alegría, la joven de ojos iluminados por el Espíritu Santo que contemplaba la vida con fe y guardaba todo en su corazón

En primer lugar, «alma grande…» ¿tienes alma grande? ¿Qué te define más; la magnanimidad o la pusilanimidad? Dice San Agustín que «nuestra alma es del tamaño de las cosas que nos preocupan». Ten el deseo de ser un alma grande, como María, fomentando la alegría habitualmente. Que la tristeza sea algo de lo que quieras apartarte y la alegría algo que fomentes, en ti y en los demás . Y al saber que la recibes de Dios, que sin El no podrías tenerla… deja que brote cada día en tu alma la oración de agradecimiento.

En segundo lugar: «Contemplar la vida con fe» ¿Te has preguntado ¿Cuál es la luz que ilumina tus ojos? ¿Es la luz del Espíritu Santo o la de mi egoísmo, de mi vanidad, de mi pereza, de mi orgullo? Mira con los ojos de Jesucristo: Ve al buen ladrón como un alma que va entrar en el cielo y no a un hombre malo que merece la pena de muerte… Ve las posibilidades, no los errores… ¿Te imaginas tener tú también esta capacidad? ¿Veo yo las oportunidades de hacer el bien o de sacar un bien de ellas, o solo me fijo en lo negativo?

Y añade el Papa: “María, la inquieta”. La inquietud es el denominador común de los jóvenes que buscan encontrarse con Jesucristo. La inquietud es la llave de la santidad y de la misión de la Iglesia. Tener el deseo ardiente de llevar a Cristo a toda la humanidad, es lo que llevaba la Virgen en el corazón . Pidamos a la Virgen que nos despierte la inquietud por hacer más , por no conformarnos con lo que ya hacemos, sino que despierte en nosotros este amar más, que no nos acomodemos en el pecado de omisión, en la rutina de nuestra vida. Pidamos que el Espíritu Santo nos toque el corazón y siembre en nosotros esta inquietud buena, y no angustiosa, de no quedarnos con lo ya adquirido.

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